domingo, 23 de mayo de 2010

La Carta que Evo Morales le entrego al Papa RatzingerCarta de Evo al Papa: Abolir el celibato y democratizar la Iglesia Católica

Carta de Evo al Papa: Abolir el celibato y democratizar la Iglesia Católica

CIUDAD DEL VATICANO, 17 de mayo
“Su Santidad: Fue mi madre quien, cuando yo era muy niño, me decía que yo rezara cerrando los ojos y agachando la cabeza, pensando en las enseñanzas de vida del Padre Nuestro y del Dios te Salve María. Recordando estas experiencias, como miembro de nuestra Iglesia Católica, reflexiono permanentemente acerca de las lecciones de amor, justicia, igualdad y entrega al prójimo de nuestro Señor Jesucristo”.

“Esas reflexiones me llevan a proponer, muy respetuosamente, la necesidad de superar la crisis de la Iglesia, que, como usted dijo, está herida por el pecado, para ello es imprescindible democratizar y humanizar su estructura clerical”.

“Democratizarla para que todas las hijas e hijos de Dios, que son iguales ante sus ojos, se les reconozca los mismos derechos religiosos, y que las mujeres puedan tener las mismas oportunidades que los hombres para ejercer plenamente el sacerdocio”.

“Asimismo, como Jesús, que se hizo hombre, se humanizó para estar entre nosotros y entendernos mejor, la Iglesia no tiene que negar una parte fundamental de nuestra naturaleza como seres humanos, se debe abolir el celibato, así habrá menos hijas e hijos no reconocidos por sus padres, así podremos sincerarnos ante la realidad”.

“Del mismo modo y con mucha decisión debemos proteger a nuestros hijos e hijas de quienes valiéndose de la confianza que debe inspirar un sacerdote, abusan de ellos. Quienes cometen esas atrocidades pecan y también dañan”. “Estoy seguro que Su Santidad valorará estas propuestas que quieren humildemente aportar a cerrar las heridas de nuestra Iglesia. De este modo me despido, haciéndole llegar la seguridad de las atenciones más distinguidas”.

Evo Morales Ayma, Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia

Colombia:"Arrepentido" relata que el Presidente Uribe y su hermano son responsables del Escuadron de la Muerte Doce Apostoles

El arrepentido

Por Santiago O’Donnell

El arrepentido es alto, grandote y viste bien: traje azul, camisa blanca, zapatos recién lustrados. Pelo negro, tupido y corto pero no rapado, con jopo canchero y raya al costado, onda Jaime Bayly. Sentado a la mesa con un grupo de respetados hombres de leyes que viene a escuchar su confesión en una oficina de San Telmo, él parece un abogado más. Se lo ve cómodo y distendido pero sin salirse de la formalidad, sonríe y gesticula con las manos, visiblemente contento con la atención dispensada. Sin embargo, hay un detalle que lo hace distinto a los demás presentes. Su mirada es huidiza y libinidosa, como la de un conductor televisivo de programa de chimentos.

Pero lo que vino a contar no es trivial. El arrepentido es un ex mayor de la policía colombiana que actualmente vive en Venezuela como huésped de la Acnur, la agencia de refugiados de Naciones Unidas. Dice que se escapó de Colombia porque empezó a recibir amenazas de muerte por su conocimiento directo de la formación de un grupo paramilitar organizado por Santiago Uribe Vélez, hermano del presidente colombiano Alvaro Uribe Vélez. Dice que el grupo se llamó los Doce Apóstoles y aporta detalles de cinco matanzas llevadas adelante por ese escuadrón.

El testimonio fue grabado en presencia de un grupo de juristas y activistas por los derechos humanos, quienes hicieron algunas preguntas cuando el arrepentido terminó su presentación. La idea es usar el testimonio para abrir una causa en Colombia y al mismo tiempo difundir el caso en el exterior, para que organismos internacionales monitoreen su curso y en caso de que no prospere en la Justicia local, lo lleven a la Corte de Costa Rica.

“Esto sirve para denunciar la complicidad del presidente Uribe y su hermano con las matanzas, los desplazamientos de los pobladores”, dijo Pérez Esquivel. “Esto se hace con la complicidad de las empresas, no se hace porque sí, es para sacarles las tierras a los campesinos. Nos importa mucho la seguridad de la gente que denuncia violaciones de derechos humanos en Colombia, como el padre Javier Giraldo.”

Fue Giraldo, junto al abogado Daniel Prado, quien acercó al arrepentido al Serpaj. Hoy Giraldo está condenado a muerte por “cura marxista” en pintadas que empezaron a aparecer por todo Medellín.

Cuando el arrepentido termina de grabar su testimonio se sienta a hablar con Página/12. De entrada se presenta como si fuera un prisionero de guerra: Juan Carlos Meneses Quintero, 42 años, cédula de identidad 91.256.381. Ingresó a la Policía Nacional en 1987 y fue pasado a retiro con el grado de mayor en el 2002.

Después confiesa otra vez que fue testigo y partícipe del accionar del escuadrón paramilitar de los Doce Apóstoles. “El jefe era Santiago Uribe Vélez”, acusa.

Las vejaciones de los Doce Apóstoles son conocidas en Colombia, y hay causas abiertas por muchos de los crímenes que cometieron. Pero hasta ahora ningún miembro o ex miembro del aparato represivo había acusado de conducirlo al mismísimo hermano del presidente, y encima con el conocimiento del mandatario.

El arrepentido toma envión y dice que tuvo cinco o seis reuniones con Santiago Uribe para coordinar las tareas represivas de los Doce Apóstoles. Asegura que Santiago Uribe le dijo que el hoy presidente estaba al tanto de todo.

Después empieza a hablar de casos puntuales. No le gusta decir “matar” o “asesinar”. Prefiere eufemismos como “dar de baja” o “hacer lo pertinente”. Cuenta que una vez encontraron las vainas servidas de su rifle en la escena de un asesinato. Asegura que no estuvo allí, que un policía suyo tomó prestado el fusil sin avisarle, pero eso es difícil de creer. Vamos. Ningún cuatro de copas usa el rifle de su jefe en un fusilamiento clandestino.

Seguimos de largo porque a esta altura poco importa si el arrepentido jaló el gatillo. El mismo reconoce que dio la orden. Dice que le dijo “haga lo pertinente” al policía que supuestamente usó su fusil. Esa orden lo convierte en asesino.

El arrepentido no lo ve tan así. Dice que la causa judicial está politizada, que fue armada para llegar a Santiago Uribe, y que ahora él está dispuesto a contar lo que sabe porque la causa está archivada y ya no le interesa proteger a la familia presidencial.

Según el arrepentido, la decisión de cambiar de bando llegó de manera casi natural como consecuencia de un análisis militar de sus chances de supervivencia. Veía que los Doce Apóstoles iban cayendo uno a uno, en asesinatos que nunca se esclarecían. Lo estaban amenazando y no quería ser el próximo de la lista. Entonces se tomó el raje a Venezuela en unas falsas vacaciones con su mujer y sus cuatro hijos, de 20, 17, 15 y 6 años de edad.

Antes de borrarse el arrepentido habría tomado algunas precauciones. Dice que llamó a su mentor, el coronel Benavídez, y lo grabó en secreto mientras éste, sin saberlo, corroboraba sus denuncias sobre Santiago y Alvaro Uribe. Con cinismo sigue llamando “mi coronel” al jefe que traicionó.

“Lo que yo quiero es estar seguro”, se justifica. “Tengo dos caminos: denunciar lo que viví o esperar a que me asesinen. Por encima de todo están mis hijos y tengo que pensar en ellos.”

Se le pregunta si sus hijos tienen idea de que él al menos mandó a matar gente, liberó zonas para facilitar asesinatos y protegió o encubrió a un grupo de asesinos. “Ellos no lo saben. Pero saben el calvario que he vivido durante todos estos años”, dice con tono dolido.

Pobre arrepentido. Dice que lo que más lo apena es que ya no puede juntarse con sus camaradas del Club Militar para llenarse la panza con historias de guerra. Toda una vida combatiendo a los zurdos y ahora su suerte depende de ellos. Encima lo tratan bien.

“¿Qué voy a hacer? No puedo buscar un abogado amigo de Uribe. No voy a buscar un abogado de derecha. Si quiero sobrevivir tengo que pensar primero yo, segundo yo, tercero yo”, dispara.

A esta altura queda muy claro que el arrepentido no se arrepiente de mucho. Su único remordimiento parece ser el haber confiado en los Uribe. Asesino seguro, arrepentido más o menos. “Tengo que seguir huyendo toda mi vida, no me voy a dejar asesinar por ellos”, dice buscando simpatía.

Entonces se le pregunta sin mucho tacto si no le preocupa pasar a la historia como un vil traidor que sólo buscó salvar su pellejo. No acusa recibo.

“Lo que no quiero es pasar a la historia como el testigo que tenía las pruebas, pero que nunca vieron la luz porque fue asesinado”, contesta.

La cosa no daba para más. Mejor dicho, daba para que el arrepentido siga dando cátedra de asesinato con su irritante desparpajo, como si fuera el héroe involuntario de un película de superacción, un Pepe Sánchez perdido en la selva colombiana, rodeado de malandras y guerrilleros rudos y malos.

Y daba para que el arrepentido siga mirando con esos ojos lascivos al acecho de cualquier gesto de complicidad, por mínimo que sea, que humanice su existencia.

Pero para aguantar eso hay que tener estómago. Uno prefiere cerrar la libretita y sentir su mano fría y resbaladiza a modo de rápida despedida. Ya está, que la denuncia siga su curso por los canales correspondientes.

Chau, arrepentido, gracias por compartir tus historias. Quedate tranquilo que tus hijos no se van a enterar.

sodonnell@pagina12.com.ar

Corporacion de Abogados Catolicos en defensa del Terrorismo de Estado en Argentina

Operación amnistía

Un grupo de presión reclama una amnistía y niega los principios del derecho internacional sobre crímenes de lesa humanidad. Pero el Tribunal Europeo de Derechos Humanos acaba de sostener lo contrario. El grupo fue creado por la Corporación de Abogados Católicos que depende del Episcopado. Lo forman abogados de multinacionales y ex funcionarios de la dictadura que temen seguir los pasos de James Smart y Joe Martínez de Hoz. El acto del martes en la Catedral apunta en la misma dirección.

Por Horacio Verbitsky

La semana pasada una nueva “Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia” remitió una carta pública a la Corte Suprema de Justicia. Sostiene que desde 2003 se ha consagrado una justicia de dos velocidades que niega derechos y principios esenciales “a los militares y fuerzas de seguridad empleados para combatir el terrorismo”, quienes son juzgados por delitos de lesa humanidad “que no existían como tales al momento de los hechos”. Interpreta que los ministros de la Corte sufren “inícuas presiones” por parte del Poder Ejecutivo, de miembros del Legislativo y de “grupos de presión” que “pretenden convertir la justicia en su propia venganza” y “no contentos con haber conseguido en los estrados judiciales un derecho ínfimo a sus enemigos, ahora van por más”. Esa es una ostensible referencia a los avances de las investigaciones en dirección a los responsables civiles, como los ya detenidos James Smart y Joe Martínez de Hoz.

La Corporación

Este nuevo grupo de presión fue gestado por la Corporación de Abogados Católicos, creada por el Arzobispado de Buenos Aires en 1935. La sede de la Corporación figura donada por la compañía Pérez Companc, una de las pantallas de negocios del Episcopado. El propósito que declara la Corporación es ordenar los actos de las personas y de la sociedad según los dictados de la jerarquía católica, que conduce al organismo a través de un asesor espiritual, en este momento el monseñor Víctor Pinto. También se propone convertir las normas del llamado derecho natural de esa iglesia en leyes y actos de gobierno y defender a sus socios. Creada para sumar a sectores liberales y para no dejar demasiado a la vista la huella episcopal, la nueva Asociación está formada por dirigentes de Fores y del Colegio de Abogados de la calle Montevideo, como sus ex presidentes Enrique V. Del Carril y Eugenio Aramburu, abogados de grandes empresas trasnacionales, ex funcionarios de la dictadura, partícipes en los alzamientos armados contra los gobiernos constitucionales y familiares de algunos detenidos por los delitos cuyo juzgamiento impugnan. Su presidente, Alberto Solanet, también lo fue de la Corporación. El propósito del grupo, explicitado por Solanet, es “una amnistía general”, que clausure “la venganza, la persecución implacable”. Esa fue la expresión que usó Martínez de Hoz para referirse a su detención. Sus hijos pretenden que fue dispuesta por el gobierno nacional como trofeo del Bicentenario, algo que no se sostiene en ninguna constancia de la causa. Otro de los firmantes es Eduardo Bieule, el actual presidente de la Corporación y su ex vocal Fernando Miguel Bosch. Bieule y Octavio Schindler, quien también suscribe la carta a la Corte Suprema, se niegan a reconocer la igualdad de derechos a quienes siguen una orientación sexual distinta a la mayoritaria y activan en contra de la reforma de los artículos del Código Civil sobre el matrimonio. Para los firmantes, “todos los ciudadanos estamos en libertad condicional”, afirmación de inocultable tono autorreferencial.

Beautiful people

Un rubro nutrido entre los firmantes es el de los ex funcionarios de la dictadura, que temen seguir la suerte de Martínez de Hoz y Smart, o sus familiares. Entre ellos:

- Emilio Daireaux, fue uno de los miembros de la intervención militar en la Corte Suprema de Justicia a partir del golpe de 1976. Esa es la justicia que añora el grupo de presión.

- Alberto Rodríguez Varela, fiscal de Estado de la provincia de Buenos Aires y ministro de Justicia del dictador Jorge Videla. El general Ramón Camps le agradece en el prólogo de su libro Caso Timerman. Punto Final, “por su colaboración en este caso”, no “por el solo hecho de haber desempeñado funciones en el gobierno militar”.

- Edgardo Frola, fue subsecretario de Asuntos Institucionales de la provincia de Buenos Aires. Otro de los agradecidos por Camps en el mismo libro. Frola también fue abogado defensor del ex general Roberto Viola, del jefe carapintada Aldo Rico y de los los comisarios secuestradores y torturadores Samuel Miara y Luis Patti.

- Gastón Pérez Izquierdo, ministro de gobierno de Buenos Aires. Al concluir la dictadura acusó al canciller Dante Caputo de ¡”extorsión a los Estados Unidos”!

- Guillermo Walter Klein, fue segundo de Martínez de Hoz en el ministerio de Economía. La Comisión del Congreso que investigó la ruinosa estatización de la compañía Italo de electricidad por 400 millones de dólares allanó su estudio. Por la puerta y la escalera de servicio escaparon los hijos de Martínez de Hoz y Mariano Grondona con dos valijas cargadas de documentación. El funcionario del ministerio de Economía Juan Carlos Casariego de Bel, quien sostenía que la Italo no valía más de ocho millones de dólares, desapareció el 15 de junio de 1977, cuando iba a encontrarse con Klein. Dos centenares de carpetas sustraídas por los juniors Martínez de Hoz y Grondona fueron recuperadas y permitieron reconstruir también la fuga de capitales: el dinero de argentinos depositado en bancos del exterior se contabilizaba como préstamos que, una vez estatizados, engrosaron la deuda externa.

- Lucas J. Lennon, interventor en la Universidad Nacional de Buenos Aires, ministro de Justicia y luego defensor del último dictador, Benito Bignone, ya condenado. Miembro de la Corporación.

- Ricardo, Daniel y Marcelo Saint Jean, firmaron la carta en defensa de sus padres, los generales Manuel Ibérico y Oscar Alfredo Saint Jean, que fueron interventores el primero en la provincia de Buenos Aires y el segundo en el Ministerio del Interior. Fueron abogados del Banco Citi y de la banda de Camps y del comisario Miguel Etchecolatz.

- Bernardo José Menéndez firma como abogado, pero es un coronel del Ejército que actuó como subsecretario de interior con Galtieri. Este año fue condenado por cinco secuestros y un homicidio agravado, pero sigue en libertad hasta que el fallo sea confirmado por la Corte Suprema a la que se dirige denunciando falta de garantías para él y los suyos.

- José Ignacio Garona fue juez y camarista de San Isidro durante la dictadura y rechazó los recursos de hábeas corpus por los secuestrados del astillero Mestrina Jorge Omar Lezcano y Antonio Pandolfino. Fue defensor del ex brigadier Ramón Agosti. Un testigo mencionó entre sus compañeros de cautiverio a Rafael Carlos Eldestein. Garona le preguntó si sabía cuánto tiempo había pasado allí Celestein. “Eldestein”, corrigió el testigo. “¿Cuánto tiempo compartió la habitación con Silverstein?”, insistió Garona. Cuando el camarista Carlos Arslanian le deletreó el apellido, Garona farfulló: “Yo para ciertos nombres...”. Para eludir riesgos, repreguntó: “¿Cuánto tiempo estuvo con ese hombre?”

- Gustavo y Horacio Tomás Liendo, hijos del ministro de Trabajo de la dictadura, involucrados en el escándalo de la quiebra del Banco Comercial de La Plata, a través del cual canalizaba sus negocios el entonces arzobispo de esa ciudad Antonio Quarracino. Gustavo fue su gerente de Asuntos Legales. El BCLP había creado en el paraíso financiero de Bahamas un banco cáscara offshore, al que fueron a parar algunos bienes que reclamaba el Vaticano. Horacio Liendo (h.) también está bajo investigación judicial por el mecaganje de 2001.

- Orlando Gallo, ex juez federal durante la dictadura, también ex dirigente de la Corporación de Abogados Católicos, defensor de varios de los compañeros de Aldo Rico en los alzamientos carapintada.

- Norberto Quantin. Durante la dictadura, el juez Raúl Zaffaroni ordenó la libertad de un detenido a disposición del Poder Ejecutivo. El fiscal Quantín apeló porque el Poder Judicial no puede “inmiscuirse en la esfera política” si la patria sufre una “guerra revolucionaria”. La Cámara del Crimen confirmó el fallo de Zaffaroni. Quantín recurrió a la Corte Suprema alegando que el detenido carecía de “posibilidades ciertas y positivas de recuperación para acceder a su reinserción en la sociedad”. En 1990 y 2003 aceptó dictaminar en el fuero federal, que no es el suyo, en favor del indulto para procesados y en defensa de las leyes de punto final y de obediencia debida. Este último dictamen contiene más provocaciones políticas que argumentos jurídicos y alega en forma maliciosa contra los principios generales del derecho que se oponen a la impunidad de los crímenes de lesa humanidad: “¿Acaso en Francia, cuna de los derechos humanos, se aplican [esos principios] al general Aussaresses?”, quien reconoció haber practicado la tortura y ejecuciones sumarias en Argelia. “¿Acaso los ponen en práctica los Estados Unidos, gendarme del mundo? ¿Se ha marginado a Israel del derecho internacional?”. Claro que no, pero nadie los propondría como ejemplo.

Abogados de negocios

Otro grupo destacable es el de los abogados de grandes empresas, muchos de los cuales litigan contra el Estado en foros internacionales y denuncian una presunta falta de seguridad jurídica. Algunos defienden además a represores:

- Martínez de Hoz (h.) y Manuel Benites representaron ante el Ciadi a la compañía eléctrica chilena Enersis, que reclamaba a la Argentina 1800 millones de dólares, y a la petrolera alemana Wintershall, que pedía 480 millones. Ambos son directivos de la compañía aérea LAN, en representación de capitales chilenos y estadounidenses.

- Jaime Luis Anaya y José de San Martín fueron denunciados en un litigio entre accionistas de la empresa Aluar, de la que Anaya, que también integra la Corporación, era el abogado principal. Según la accionista Mónica Madanes el voto del camarista en lo comercial Manuel Jarazo Veiras habría sido comprado por Aluar, mediante la contratación de San Martín, íntimo del camarista, para una auditoría ajena a la causa. Jarazo renunció.

- Patricio Petersen fue denunciado por el ex secretario de juzgado comercial José Uriburu, por direccionar a favor del Opus Dei la venta de la quiebra del Hotel Presidente. El entonces juez Antonio Boggiano fue absuelto en un jury que presidió otro miembro de la organización confesional beneficiada, Abelardo Rossi, uno de los interventores en la Corte Suprema designados por la dictadura. Petersen integraba la sociedad fachada del Opus.

- Enrique Guillermo Avogadro, director de la liquidada compañía financiera Credibono.

- Carlos Bosch, abogado del Banco Central y del banco Ciudad durante el menemismo.

- José Luis Fourcade fue abogado del estudio Uriel O’Farrell, que tenía entre sus clientes a grandes empresas estadounidenses, como Ford, Goodyear, Procter & Gamble y Duperial.

- Pablo Rueda, quien se formó como abogado en el viejo estudio Marval O’Farrell, que tenía como principales clientes a Coca-Cola, Texas Instruments, Banco de Boston, Merrill Lynch y Refinerías de Maíz.

Los defensores

Aunque el grupo de presión diga que defiende personas y no “las demasías de ayer”, algunos firmantes han dado muestras en contrario:

- Fernando Goldaracena. Como codefensor del ex almirante Armando Lambruschini llegó a sostener que “es inaceptable apelar a la ética o la moral para calificar la guerra”. Citando a Macaulay adujo que “la moderación es una estupidez”.

- Oscar Igounet fue defensor del ex capitán Rafael López Fader por su participación en el primer secuestro del empresario Osvaldo Sivak. Defiende la disuasión por medio del terror. “Manejando estratégicamente este condicionante del psiquismo, podrá conseguirse que el enemigo se desbande por pánico. Así es la guerra”. Usó la influencia de su hermano, edecán militar de Memen, para lograr un indulto presidencial para López Fader, quien además fue contratado por la SIDE. También defendió al militar carapintada Héctor Daniel Ferrer detenido en el momento de cobrar 5000 dólares por la extorsión a un comerciante.

- Juan Aberg Cobo, defensor de Alfredo Ignacio Astiz y otros marinos y abogado de empresas norteamericanas. La declaración dice que no intentan “legalizar en actas judiciales una versión sesgada de la historia”, lo cual contradice las estrategias seguidas en la causa ESMA. Aberg Cobo se autodefine como “soldado ignaciano”, y no por su amigo Astiz.

- Juan Luis Gallardo y Gerardo Palacios Hardy, fueron columnistas habituales de la revista Gladius, dirigida por Rafael Breide Obeid y justificadora de la guerra sucia. Gallardo defendió los métodos represivos de la dictadura con un presunto cuento campero. Un comisario les pegó “tremenda marimba é palos” a los cuatreros y los hizo desaparecer. “Barbaridá, sí. Pero se acabó el cuatreraje.”

- Abel Parentini, quien debió renunciar como ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, por su defensa de la dictadura.

- Félix Dufourq. Junto con su hermano Esteban presentó el recurso judicial que impidió la proyección de la película La última tentación de Cristo. Ambos son hijos del ex juez de la dictadura Félix Esteban Dufourq, cesanteado por el gobierno constitucional de 1984 y fundador del partido Orden y Justicia “para defender a la Argentina cristiana que está en peligro de desaparecer”. Los Dufourq organizan la asistencia a las misas según el rito tridentino oficiadas por el ex obispo castrense Antonio Baseotto y las visitas a los militares detenidos en Marcos Paz y al sacerdote Christian von Wernich, cuya condena a prisión perpetua fue confirmada esta semana por la Corte Suprema, sin que la Iglesia le aplique una sanción canónica.

- Bobby Roth, secretario legal y técnico de la presidencia durante la dictadura de Onganía.

- Guillermo Moreno Hueyo, socio de Solanet, fue funcionario y defensor de De la Rúa.

- Enrique Munilla, defensor de Galtieri, era abogado del Banco General de Negocios de los hermanos Rohm. La jueza María Servini pidió indagarlo por las conversaciones telefónicas con un directivo prófugo, pero no le fue permitido, para garantizar el derecho de defensa que según dice el grupo de presión no se respeta.

- Augusto José Padilla fue candidato a diputado por el Modin de Aldo Rico, antes de que Eduardo Duhalde lo comprara.

- Federico Young, otro ex juez de la dictadura, debió renunciar a un cargo jerárquico en el gobierno porteño de Maurizio Macrì, cuando se denunció que, entre otros represores, había contratado al teniente coronel Enrique Jordana Testoni, juzgado en Rosario en una causa que lleva su nombre.

A pesar de sus contactos internacionales y su presunta sofisticación, los abogados de la asociación por la justicia y la concordia son provincianos ignorantes de lo que ocurre en el mundo: el lunes 17 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ratificó una condena por crímenes de guerra cometidos en 1944 por un ex militar soviético que hoy tiene 87 años y dijo que esos delitos ya eran imprescriptibles entonces.